¿Adónde vas tan temprano?
¿A pescar 4 truchas para comer?
(Conteniendo la risa a duras penas):¿Cómo te llamas?
Juan Manuel, pero me dicen Juanma
¿Dónde quieres pescar?
Da igual, detrás de tú mejor, así veo cómo manejas esa caña rara que traes. ¿Lanzas una boya con ella?
Que no, Juanma, esto es un látigo para pescar a mosca seca que es la pesca más hermosa que hay, mira...
El mosquero efectúa con cierta elegancia sus primeros lances colocando un tricóptero claro en todas las posturas sospechosas de albergar una trucha. Y el niño detrás de él, pegado y silencioso como una sombra, observando los complicados arabescos del sedal. Pero el río parece aletargado, insensible a las derivas impecables que sólo la seda natural facilita. Al cabo de un buen rato, algo incomodado por la insólita presencia del joven:
¿Por qué no pescas Juanma?
¡Por el silencio!
¿Qué silencio?
¿No ves que no cantan los pájaros?
¿Y eso?
Cuando los pájaros no cantan ni se mueven pasa igual en el agua que en el aire, las truchas tampoco se mueven.
Riéndose abiertamente el mosquero sigue lanzando y el chico "de mirandas" durante otro buen rato hasta que, debido a un cambio atmosférico, una nube que temprano oscureció el cielo amagando lluvia y ahora se ha ido, empieza a estabilizarse el ambiente y la naturaleza parece despertar, vuelven a volar y cantar los pájaros a sentirse ruidos en la maleza y también croantes ranas en algunos pozancos. Como movido de un muelle el chico enfila una lombriz y peina las profundas piedras que están bajo sus pies. En un decir amen ..Plas..Plas..Plas saca una trucha y la encesta rápido mientras el mosquero alertado por el típico ruido le mira de reojo. A los 5 minutos después de animar el contorsionado cebo delante de unas raíces de sauces ..Plas..Plas..Plas, segunda trucha. Cesta. El mosquero empezando a ponerse algo nervioso:
· A lombriz se las engaña mejor pero eso no es deporte y encima las matas ¿No ves que estamos en un tramo sin muerte?
· ¡Pero si es para comerlas y no para venderlas como antes!
El mosquero encogiéndose de hombros y denegando con la cabeza sigue lanzando en su depurado mas infructuoso estilo. Un rato después ..Plas..Plas..Plas.. tercera trucha. El hombre hace que nos se entera pero avanza unos 100 metros sin pescar para dejar espacio entre él y aquel fenómeno ahora indeseable. Por fin le sube un relámpago plateado como sólo las truchas autóctonas saben hacerlo pero no consigue clavarla al mismo tiempo que ..Plas..Plas..Plas.. cuarta trucha. Sin preocuparse por sacar la lombriz el niño amarra el anzuelo contra la caña en una goma reseca prevista al efecto y dice:
· Bueno ya pesqué, me voy, ¡Suerte!
Luego dándose la vuelta como quien se acuerda de preguntar algo que se le había olvidado:
· ¿A qué te dedicas? ¿Eres jubilado?
· Sí, pero me dedico a escribir libros sobre la Pesca Deportiva a Mosca, el último es Planeta Mosca, ¿No lo conoces?
Y el joven sin contestar la pregunta:
· Ahora puedes escribir otro: La Trucha y la Puta Madre que la Parió.
Guy Roques (Albi, mayo 2002)